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Una conversación puede cambiar tu vida
Así me pasó a mi...

“Las palabras son aire y van al aire.”
Eso me dijo mi papá una vez, mientras me hacía “terapia” después de haber terminado una relación romántica.
Lo que quería decir era que, si nuestras palabras no están respaldadas por hechos y acciones, se quedan en eso: aire.
Y estoy de acuerdo. Las palabras sin acción pierden fuerza.
Pero también creo firmemente en su poder: escritas o habladas, pueden marcar un antes y un después.
Una conversación con la persona indicada, en el momento indicado:
te puede cambiar la vida.
Y aquí viene una historia que lo ilustra…
En el 2017, con 23 años, renuncié a mi trabajo en Miami para abrir un restaurante/cafetería llamado Amazónica.
En ese momento, yo sentía que ya era un adulto hecho y derecho, listo para dar ese paso gigante.
La realidad -lo comprobé hace poco viendo fotos- es que era un bebé.
No sabía nada. De nada.
jajajajajaj me veo como un bebe
Mis papás, naturalmente, estaban nerviosos. Ellos veían lo que yo no: que estaba muy joven y sin experiencia real.
Pero yo, rebeeeelde, no les hice caso.
En un último intento por hacerme cambiar de opinión, mi papá lanzó su última carta: me consiguió una cita con una amiga suya, una empresaria muy exitosa en Miami, dueña de un negocio millonario y organizado.
La idea era presentarme para una entrevista como su mano derecha.
Cuando me enteré, me molestó. Pero por complacerlo a el, por curiosidad, y por miedo a emprender, acepté.
Pronto estaba frente a esa gran empresaria, contestando sus preguntas.
En un momento me lanzó una de las preguntas clásicas de las entrevistas de trabajo:
“¿Dónde te ves en 5 o 10 años?”
Respondí sin dudar:
“Me gustaría estar al mando, o ser dueño de mi propia empresa. Me veo emprendiendo.”
“¿Y ya sabes en qué quieres emprender?” -me preguntó.
“Sí.”
Entonces me miró y me dijo:
“¿Y si ya tienes una idea y la claridad de que quieres emprender… por qué vas a venir aquí a trabajar para mí y perder tu tiempo (y el mío)? Ese tiempo nunca lo vas a recuperar. ¡Si quieres emprender, emprende ya!”
Con esa frase y una sonrisa en mi cara se acabó la entrevista. Pues no se acabó exactamente ahí, pero ya ambos sabíamos que esta relación de trabajo no se iba a dar…
Salí feliz, y llamé a mi papá para contarle que su jugada había salido al revés.
Tomé su consejo. Emprendí.
Y lo demás, como dicen… es historia.
Claramente esta conversación me marcó.
Porque sí, las palabras pueden ser aire… pero también pueden ser energía.
Pueden crear o destruir.
Pueden mover masas.
Es el poder de los políticos, de los pastores, de los líderes que transforman el mundo no con la fuerza, sino con la voz.
A veces para mal...
A veces para bien.
Por eso las palabras también son una responsabilidad.
Especialmente si emprendes, lideras un equipo o quieres cuidar tus relaciones.
Escógelas con cuidado.
Piénsalas.
Siéntelas.
Tómate tu tiempo para responder.
Y, sobre todo, la clave mas importante: escucha.
Porque como dice un proverbio Chino:
Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich