Tienes que soltar o serás arrastrado...

Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente

Estaba en medio de uno de esos hoyos negros de las redes sociales… de esos que, igual que los del espacio, doblan el tiempo, absorben la atención y nos hacen perder toda noción de la realidad.

Deslizaba el dedo sin pensar, atrapado en una secuencia infinita de publicaciones que no recuerdo en lo absoluto, hasta que una imagen me detuvo.

Más que la imagen, fue la frase escrita sobre ella lo que me impactó.

En inglés decía:
Let go or get dragged.

Mal traducido al español:
Suelta o serás arrastrado.

Lo repito:
Suelta.
O.
Serás.
Arrastrado.

Qué claro es.
Y qué fácil suena.

Lo cual me lleva a una frase del celebrado chef Wolfgang Puck que dice:

“Si luce fácil, es porque está hecho por profesionales.”

Énfasis en la palabra luce: se percibe fácil, pero no lo es.

Es la misma sensación que tenemos al ver deportistas de alto nivel, un panadero haciendo croissants perfectos, o un abogado redactando un contrato sin esfuerzo aparente. Se ve facilísimo.

Pero para que se vea así de fácil, esa persona ha practicado y repetido ese momento cientos —o miles— de veces. Y se ha equivocado otras tantas en el proceso.

Volviendo al tema de soltar¿qué significa realmente?

Pues le pregunté a mi estimado ChatGPT y me respondió:

“Soltar es el acto consciente de liberar lo que ya no te pertenece, para hacer espacio a lo que sí.”

Vuelve y juega: qué fácil suena.

Pero… ¿cuántas veces nos aferramos a un negocio, a una idea, a una creencia, a una persona o a un lugar?

Y aunque la situación claramente nos está arrastrando, no queremos soltar.

Porque soltar implica dos cosas a las que normalmente les huimos:
Incomodarnos y confiar.
Y eso… da miedo.

Incomodarnos no nos gusta.
Y confiar, a veces, se nos hace imposible.
Porque en medio del hueco, no vemos luz (aunque esté ahí).

Nos da miedo quedarnos sin el infierno conocido de un negocio que “más o menos” funciona…
Y no saber qué oportunidad sigue.

Nos da miedo soltar a esa persona que conocemos pero que no nos llena…
Y quedarnos solos.

Nos da miedo romper con las creencias y costumbres que nos atan…
Y ser rechazados.

Nos da miedo mudarnos de ese lugar que todos anhelan, pero en el que nos sentimos vacíos…
Y tener que regresar a donde ya nos habíamos ido.

Tenemos clarísimo el costo de soltar.
Por eso no lo solemos hacer.

Pero entonces hagamos el ejercicio contrario:
¿Cuál es el costo de aferrarnos?
¿De que efectivamente seamos arrastrados?

Quedarnos en un negocio que “más o menos” funciona.
Quedarnos en una relación que no nos satisface.
Quedarnos viviendo una vida inauténtica, cumpliendo nuestro “rol” en la sociedad.
Quedarnos en un sitio donde nos sentimos vacíos.

Al final, el precio es nuestra propia vida.
Nuestra energía vital.
Nuestras oportunidades.
Nuestro tiempo.

Es el costo más costoso de todos (valga la redundancia).

Si lo vemos así, la respuesta se vuelve más que obvia.
El costo más alto —aunque a veces pase desapercibido— es el de aferrarnos.
Aunque, temporalmente, parezca más cómodo.

Por eso creo que más riesgoso que soltar… es quedarse donde no funciona.

Yo sé que da miedo.
Mucho.
Mucho, mucho, muchíííííísimo miedo.

¿Y?

¿Qué cosa que vale la pena no da miedo?

Claro que va a dar miedo. Igual que el agua moja.
Es inherente.
Pero eso no significa que no sea necesario.
Ni que no sea lo mejor para ti. Nos merecemos mucho más que una vida, relación, y/o negocio mediocre.

La regla más importante en el casino no es cuando te sientas a jugar, es cuándo te paras.

Nos obsesionamos con los riesgos de nuestras acciones…
Y no caemos en cuenta de que, muchas veces, el riesgo más grande es la inacción.

Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich