- Confesiones de un Emprendedor
- Posts
- Mi vida cambió cuando escuché esto...
Mi vida cambió cuando escuché esto...
Estaba un poquito perdido....¡pero ya volví!

Silla 10. Fila 11. Sección 113. James Knight Center. Miami.
Desde este puesto, en este auditorio, muchas cosas hicieron click.
Pensamientos que llevaba meses contemplando, emociones no dichas, experiencias acumuladas… todo cobró sentido.

Fue el miércoles pasado, cuando tuve la oportunidad de ver y escuchar al
Dr. Gabor Maté, una de las figuras más importantes en medicina y psicología del mundo (a lo mejor ya lo han visto sin saberlo!).
Cuando me enteré de que venía a Miami, y justo coincidía con mi viaje, sentí que no era casualidad. Le conté a mi mamá que estaba considerando cambiar mi vuelo solo para quedarme a escucharlo. Al día siguiente (literalmente), un amigo me dice:
—¿Hasta cuándo te quedas? Tengo una boleta extra para Gabor Maté. Pensé que te gustaría ir.
Bingo. Lo que es de uno, es de uno.

Así que ahí estaba yo. Escuchando a un hombre de 81 años que vivió el Holocausto, que fue separado de su madre a los dos meses para salvar su vida, que se convirtió en médico en Canadá y que, durante más de 40 años, atendió a miles de pacientes con enfermedades físicas y mentales.
Y que un día notó algo que cambió todo:
El origen de muchas enfermedades no era la genética.
Era la manera en que vivían sus vidas.
Las personas que se enfermaban —de lupus, de cáncer, de esclerosis, de depresión o adicciones— tenían algo en común:
Habían aprendido a dejar de ser ellas mismas.
A reprimir su identidad.
A ignorar su tristeza.
A complacer para ser queridas.
A desconectarse de su intuición.
A sacrificar su autenticidad… por supervivencia.
Porque cuando somos niños, necesitamos apego para vivir.
Y si expresar nuestra verdad emocional pone en peligro ese apego, aprendemos rápido la fórmula:
“Para que me quieran, dejo de ser yo.”
Y esa adaptación —necesaria en la infancia— se vuelve una fractura interna en la adultez.
Vivimos congelados. En ansiedad, en adicciones, en enfermedades autoinmunes, en relaciones donde no podemos mostrarnos tal cual somos.
Nos preocupa el qué dirán. Nos obsesiona encajar, pertenecer, agradar.
Decimos que sí a todo. Omitimos, suavizamos, distorsionamos nuestra personalidad para ser amados.
Poco a poco, empezamos a avergonzarnos de quienes realmente somos.
A temer constantemente el rechazo.
A sentir que, si nos mostramos tal cual, no vamos a ser vistos. Ni amados.
¿Quién eres cuando estás solo?, preguntó Gabor.
Yo me lo pregunto mucho. Ahora intento -a diario- que haya coherencia y autenticidad en todo lo que hago.
Después de haber cambiado de país, de profesión, de relaciones, la autenticidad se convirtió en mi meta este último año. Aprovechar este nuevo inicio, este renacimiento. Lanzar una nueva empresa -Copiloto- que me representa, es parte de este nuevo inicio.
Ser yo, sin disculpas, sin vergüenza, con vulnerabilidad… aunque signifique un rechazo.
Lo intento aplicar en mi trabajo, en lo que escribo (este newsletter), en lo que digo, en los videos que grabo, en las relaciones que sostengo. Ser yo.
Y ojo, no siempre lo logro, y no ha sido fácil, pero lo contrario es peor.
En el amor… ¿cuántas veces me he moldeado para gustar? Incontables.
He omitido, fingido, desfigurado partes de mí con tal de mantener una relación que tanto trabajo cuesta encontrar.
Y nunca me ha funcionado.
Pues claro, como diría Gabor, eso no es amor.
Porque si no puedes mostrarte, si no puedes ser, no te estás amando.
Y si la otra persona no puede verte y quererte como eres, no es tu persona tampoco.
Love lives at the door of authenticity.
Lo mismo pasa en el trabajo.
Nos disfrazamos para agradar.
Nos entrenamos para complacer a nuestros jefes, socios o colegas.
Nos identificamos con nuestro rol, con nuestro éxito, con nuestra productividad.
Pero… ¿quién eres cuando no estás haciendo todo eso?
Nos sacrificamos en el altar de lo común.
Sin entender que los grandes profesionales y emprendedores que han cambiado sus industrias —o el mundo— son precisamente quienes se atrevieron a ser enteramente ellos.
Con toda y su locura.
Reprimir emociones no solo nos desconecta: nos enferma.
Y, sin embargo, seguimos.
Tratando de encajar. De agradar. De cumplir.
Cuantas veces lo hice yo, y todavía lo hago… solo para nunca encajar, porque entre otras nadie encaja tampoco. Ahora reconozco que todo lo que me hace distinto es lo que me ha llevado a las buenas personas, los buenos negocios, y los mejores momentos de mi vida.
No soy blanco, no soy negro, soy gris.
No soy cuadrado, soy circulo.
Soy yo. Donde sea y con quien sea que este, es lo que quiero intentar.
Gabor dijo algo que me marcó:
“El mayor estrés de todos… es tratar de ser alguien que no eres.”
Y al final, tampoco es que podamos ser alguien más, como dijo Oscar Wilde:
“Be you, everyone else is taken.“
Por eso, vivir en autenticidad, por más difícil, incómodo o gris que parezca, es un acto radical de amor propio.
Dejar de complacer es amor propio.
Decir que no, es medicina.
Sentir la rabia, es protección.
Ser tú, aunque no le guste a todos, es libertad. Es alivio.
No es nuestra responsabilidad —ni misión— agradarle a todos.
Solo a las personas indicadas. Ahí, y solo ahí, seremos plenos.
Gabor cerró la charla diciendo que creemos que somos libres porque vivimos en democracias del siglo XXI…Pero muchos vivimos en una cárcel mental auto-impuesta, peor que cualquier celda de Alcatraz.
Y solo nosotros tenemos la llave.
Yo salí conmovido.
No porque escuché algo nuevo. Sino porque lo reconocí.
Me reafirmé en mi decisión de querer vivir una vida auténtica.
Porque ya lo sabía, pero lo necesitaba recordar.
Y ahora, ojalá tú también.

Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich