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No quiero ser un hamster en una rueda
¿Cuándo es suficiente?

El otro día estaba escuchando un podcast, y escuché esta frase:
The finish line always moves.
Traduce en algo como: la meta siempre se mueve, siempre se corre.
E inmediatamente me despertó algo.
Desde hace años vengo haciéndome preguntas sobre la ambición:
¿Cuánta es necesaria? ¿Cuánta es suficiente?
¿Hasta cuándo realmente vale la pena?
¿Cuánto es ego?
¿Cuál es el momento de decir: suficiente?
Los empresarios que más admiro no son los que llegaron “más lejos”, sino aquellos que, en algún punto del camino, entendieron que ya tenían suficiente.
Decidieron que era hora de dedicar su tiempo, atención y energía a retribuirle al mundo la generosidad y abundancia que habían recibido.
Porque entendieron algo fundamental:
que su éxito no surgió en el vacío, sino en un contexto, una sociedad, un mundo que se los permitió. Que la prosperidad de ese mundo también es su responsabilidad.
Que si mejora para todos, mejora para ellos también.
Y es que la meta siempre se mueve, siempre se corre.
Cuando por fin alcanzamos ese objetivo que parecía imposible, aparece otro.
Y otro. Y otro más…
No está mal. Así funciona la vida, el deseo, el crecimiento. Y es importante preguntarse siempre ¿Qué sigue?
Pero lo peligroso es que, sin darnos cuenta, podemos pasarnos la vida corriendo como hámsters en una rueda… persiguiendo metas que quizás ni siquiera eran nuestras.

Yo, personalmente, todavía no tengo claro dónde termina la ambición sana y empieza la ambición desregulada.
Cuando hablo de ambición desregulada, me refiero a esa ambición tóxica, insaciable, que nunca tiene suficiente y solo genera insatisfacción.
Tengo 32 años, todavía no me siento “del otro lado”, y creo que mi ambición actual es sana y necesaria.
Pero también sé que no necesito -ni quiero- ser la persona más rica.
No necesito -ni quiero- la casa más grande.
No necesito -ni quiero- 15 escoltas.
Mi ambición no está puesta en tener más, sino en vivir mejor.
En crear con sentido y autenticidad, en servir, en disfrutarme el camino.
Porque también sé que, si no le pongo consciencia a la ambición, si no la observo, si no la cuestiono…podría fácilmente convertirse en algo que me devore por dentro.
Así que hoy no vengo con respuestas, vengo con preguntas.
Y con la voluntad de no dejar que la línea de meta me arrastre, sino de preguntarme, cada tanto:
¿A dónde voy con tanta prisa?
¿De verdad quiero llegar ahí?
¿Y qué haré cuando llegue?
Quizás el verdadero éxito no esté en seguir corriendo…
sino en saber cuándo parar.
Y decir: ya tengo suficiente.
Y desde ahí, elegir distinto. Servir. Crear. Disfrutar.
Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich