El silencio grita

¿Estás escuchando?

He escrito y reescrito esta newsletter como tres veces.
He pensado y sobrepensado cada palabra.

Y es que, a veces, uno simplemente no tiene mucho que decir.

Lo cual —irónicamente— me recordó una historia sobre el silencio… aquí va:

Hace dos meses me inscribí en un curso de bonsáis en Bogotá.
Sí, bonsáis. Esos arbolitos japoneses chiquitos que todos hemos visto alguna vez.

Desde que tengo memoria, me fascina la cultura japonesa: sus costumbres, su comida, su estética, su filosofía.

El año pasado incluso tuve la oportunidad de visitar Japón y… wow.
(Eso lo dejamos para otro newsletter).

Cuando supe que había clases de bonsáis a unas cuadras de mi casa, no lo dudé.

El curso duró cuatro semanas. Nos dieron un pequeño árbol, y durante un mes, lo fuimos transformando en un bonsái.

Fue espectacular. Una meditación activa.

Lo que más me gustó es que también incluía momentos de teoría, donde el profesor hablaba de filosofía japonesa.

En una de esas clases dijo algo que se me quedó grabado:

“El bonsái no existe para ser visto.
Existe para ser contemplado.”

Como empezó… y como terminó

Y aunque suena parecido, ver y contemplar no son lo mismo.

Contemplar es mirar con atención.
Con presencia y transparencia. En pausa. En silencio.

Es admirar algo por lo que es, sin querer cambiarlo.
Es aceptar su naturaleza, incluso si no la entendemos.

Contemplar es una forma de amar. Como dice el dicho: To be seen, is to be loved.

Amar lo que es. Por lo que es.
Amar a quien es. Como es.
Amar lo que fue. Como fue.
Amar lo que hay. Como esta.

Y a veces, para eso, no hacen falta palabras. Solo hace falta detenerse y contemplar.

Hace unos días cumplí 32 años (el 15 de Julio).
Y la semana pasada, en Nueva York, me regalé una pausa.
Le bajé al Instagram, al WhatsApp, al ruido.
Y le subí a la contemplación. Contemplando mi propia vida, y a la vida misma.

Vuelve la importancia de ser uno mismo, para poder ver con claridad, y ser visto.

Y sí, esto también tiene que ver con emprendimiento. Emprender no es solo hacer, hacer, hacer. También es aprender a parar. A observar lo que estamos construyendo. A reconectar con el propósito detrás de tanto esfuerzo. Cuando contemplamos —nuestro camino, nuestras decisiones, nuestros logros y hasta nuestros errores— accedemos a una mirada más sabia, menos reactiva y más consciente. Porque a veces la claridad no llega trabajando más, sino haciendo una pausa y escuchando el silencio.

En el silencio hay grandes respuestas.
En el silencio recordamos nuestra voz.
En el silencio volvemos a quien somos.

Ammiel Japonésssss

Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich