El día que morí en vida PT2

Y así termina la historia...

La semana pasada les conté cómo, hace exactamente un año, morí en vida.

Hoy les cuento cómo renací.

Y cómo, sin saberlo, esa muerte fue el inicio de todo lo que soy hoy.

Cuando llegué a Cali el 6 de junio del 2024, no tenía un plan. Ni certezas, ni una idea clara de qué iba a hacer.

Me preguntaban “¿Dónde estás viviendo?” o “¿Cuándo volvés a Miami?”
Y no tenía respuesta… literalmente.

Estaba en pausa, en tránsito, en tierra de nadie.
Era como vivir en una terminal de aeropuerto, esperando un vuelo hacia un destino incierto.

Pero había algo que sí sentía: alivio.
Estar cerca de mi familia, volver a lo simple, reconectar con lo que soy.

México ya no era mi destino.

Y aunque me costó aceptarlo, entendí que la vida también tiene voz y voto.
Que no todo lo decide uno. Y mejor que no.
La vida es más sabia que uno.
La vida es infinitamente abundante.

Así que, por primera vez, decidí no empujar.
No insistir.
No hacerme el fuerte.
Me permití soltar. Y confiar.

Como decía Sócrates: “Solo sé que nada sé.”
Y como digo yo: no soy río como para no poderme devolver.
Y menos mal que lo hice.

Porque hoy, un año después, es claro que si no hubiera venido a Colombia…
✈️ No existiría Copiloto
🍵 No existiría Matcha con Ammiel
👥 No habría conocido a las personas tan increíbles que hoy están en mi vida
⚡️ No habría aprendido tanto de mí
🐈 No existiría Harry

Entre tantas, TANTAS otras cosas que hoy me llenan el alma. Pero en ese momento, 
no lo sabía.

Harry, mi gato

Estaba en crisis. Sin título. Sin empresa. Sin una identidad profesional clara.
Pero también estaba libre.

Y desde ese vacío —con paciencia, propósito y mucha honestidad— empezó a construirse una nueva etapa.

Era una oportunidad única de rediseñar mi vida. Un lienzo en blanco. Y lo aproveché.

Trabajé muchísimo en mí:
Terapia, coaching, espiritualidad, lectura, películas, podcasts, amigos, familia, naturaleza.

Todo con el mismo fin: reconectar conmigo y aspirar a vivir una vida auténtica.
Con intención.

Y pronto, todo empezó a acomodarse con naturalidad.

En cuestión de días, conocí a personas clave —como Pablo, hoy mi socio— y, 15 días después de llegar a Colombia, nació Copiloto. Cada pieza en su lugar.

Copiloto no nació como una idea de negocio.
Sino como un reflejo de vida profundamente personal.
Una herramienta para acompañar a otros a despegar, sin tener que hacerlo solos.

Hoy, un año después, celebro esa crisis como lo mejor que me pudo pasar.
Porque la vida está hecha para celebrarse.

Y porque entendí algo que antes no sabía:
soltar el control puede ser el acto más valiente y más fértil de todos.

Dejé de jugar al juego de predecir el futuro.
Cada vez que lo hice, perdí.
Así que ya no sé qué viene.
Pero me abro a eso… porque no queda de otra.
Y porque confío en que la vida tiene ideas mucho mejores que las mías (como ya me ha demostrado).

Una vez le pregunté al Rabino de Cali -con quien me veía cada semana para hablar de la vida-:
“¿Cómo sé cuál es el camino correcto?”

Y él me respondió:

“Por donde se te da fácil… es la forma en que D-os te muestra que es por ahí.”
Porque cuando algo es para uno, es fácil.
Se da sin resistencia.

Así que si tú también estás en ese lugar de incertidumbre, te comparto esto con cariño:

Jamás -literalmente- imaginé vivir la vida que hoy tengo. Fue una falla de mi imaginación. Y sin embargo, aquí estoy… más enamorado de mi vida que nunca.
Nunca me había sentido tan auténtico, tan en sintonía conmigo mismo.

Así que agradece tu camino, incluso si ahora no lo entiendes del todo. Pronto lo entenderás.

Utiliza y aprovecha esta crisis para trabajar en ti mismo, y desde ahí, reinventarte. Confía. Déjate sorprender y ama tu destino. Amor fati.

Porque el 6 de junio de 2024, una parte de mí murió.
Y el 7 de junio… volví a nacer.

Le agradezco a Colombia, que me recibió con los brazos abiertos.

Y le agradezco a todos por estar aquí, a todos los que me han acompañado, recibido y apoyado en este viaje. No lo hubiera podido hacer sin ustedes.

Seguimos volando.

Mucho por aprender y mucho por hacer.
Ammiel Manevich